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Por Walter Celina - 29 de Enero 2016
LOS DESAFÍOS DE LAS DOCTRINAS


LOS QUE NO ABRAZARON MEZQUINDADES

Tuve la convicción juvenil que debía participar en la construcción de una sociedad libre, democrática, justa. Tempranamente me enrrolé en actividades ciudadanas, especialmente políticas.
No por cintillos, ni por factores emocionales. El estudio de la historia, en especial de las ideas y la filosofía, me pusieron en el camino de concepciones doctrinales. De ahí, a la elección de un partido para la acción, había un paso. Lo di.
La práctica corriente es abundante en establecer que, por encima de los principios, priman en las organizaciones políticas y sociales intereses sectarios, formas de maquiavelismo barato y oportunismo. Sobre todo, cuando se alcanzan posiciones de gobierno. Tal cultura política es como un óxido, capaz de corroer el hierro.

Al alcance de la mano está el caso del Frente Amplio, una desbaratada versión de la izquierda uruguaya. La conozco desde sus entrañas.
Formé parte de su estructura primaria. Lo vi nacer. Documento el hecho. No se trata de ser parte de la foto histórica de su lanzamiento, el 05 de febrero de 1971, en el Salón de los Pasos Perdidos del Poder Legislativo. Era el secretario de bancada del Frente Izquierda, la coalición motriz que presidía el blanco Luis Pedro Bonavita. Sobre la hora de comienzo del acto ingresamos al salón con el presidente de AEBU, Carlos Gómez, a cuya derecha se me ubica. El registro muestra, en una línea imaginaria horizontal, en el extremo izquierdo la cabeza del Arq. Juan Pablo Terra.

Conocí y fui amigo de hombres y mujeres entrañables de esos años y del tiempo que lo preludió. Compartí reuniones de trabajo, análisis de situaciones sociales, educativas, gremiales y políticas, algunas importantes. Aprecié el comportamiento de gente con un sentido auténtico de modestia y disciplina; individuos abnegados que dieron todo de si por la causa que abrazaron. Algunos, hasta su vida misma.

Podría hacer una lista que abarcaría desde un presidente republicano a legisladores -senadores y diputados-, consejeros de gobierno, concejeros departamentales, ministros/as, ediles/as, directores y administradores en el Estado. Y esos otros individuos hombres y mujeres sencillos/as, del pueblo, que nunca aparecieron en letras de molde, aunque supieron estar ahí, donde se los precisaba, como los imprescindibles.
Ninguno abrazó causa propia o mezquina. Predicaban con el ejemplo.

SEREGNI YA NO PODRÁ SER OMITIDO

Me detendré en uno con el que tuve vínculos amistosos. Colma, sin discusión, uno de los capítulos de la historia contemporánea nacional.
Su nombre no podrá ser omitido en estos días. Me refiero al General Líber Seregni.

Recuerdo que siendo el secretario técnico, al constituirse la Mesa Política del Frente, con varios dirigentes esperamos que ascendiera la escalinata de la casa del Partido Demócrata Cristiano (en Plaza Cagancha), para darle la bienvenida cuando asistió a la primera sesión de la flamante coalición.
El mensaje a la concentración obrera de la CNT, el 1º de Mayo de 1971, llevaba su firma y adjunta la mía, como secretario provisional de la nueva corporación.
Mi memoria conserva nítidos recuerdos de los prolegómenos de la gestación, cuando aún Líber Seregni, no era el candidato acordado para encabezar la hoja presidencial. Y muchos hechos posteriores, hasta que regresé a mi labor política en el Palacio Legislativo, donde tenía una actividad desbordante.

De Tabaré Vázquez no había noticias. Tampoco de Astori, ni de Mujica, quien estaba en línea divergente a la del reciente agrupamiento, democrático y plural, que no acogía la línea de la lucha armada.
La gestión de ingreso del MLN-T fue rechazada, así como la propuesta de Federico Fasano de editar un diario vocero del FA. Con el tiempo vendrían otros Pérez. Algunos se irían y después volverían. Aparecerían otras caras, algunos entonando el “mea culpa”…

Tras la caída de la dictadura, el General fue el gran artífice y reconstructor de aquel Frente amasado por Zelmar Michelini, Rodney Arismendi, Alba Roballo, el General Arturo Baliñas, el Prof. Juan José Crottogini, A. Francisco Rodríguez Camusso, Enrique Rodríguez, el Arq. Juan Pablo Terra y otros.

En 1995 Tabaré Vázquez, seguidores y noveles empotrados en el movimiento desautorizarían gestiones reformistas de Seregni. La respuesta tuvo su punto en el discurso de Seregni, de febrero del 96 en la explanada de AFE. Se fue con la bandera de Otorgués en sus manos. Gargantas anudadas, lágrimas.

Dejó su espacio pero, ya nadie pudo ignorarlo. Se retiró como se van los grandes. Empuñando principios. Con la doctrina como eje. Importa -aunque no tanto- cuanto se pueda coincidir o no con él en un tópico determinado. Lo crucial, lo relevante, lo ejemplar, es la lección. Ahora, algunos fariseos se envuelven con la bandera que quisieron arrebatarle al General. La misma que han desprestigiado, borrando lo que antes suscribieran. Sería largo entrar detalles.

Retorno al inicio. Sin doctrina y sin línea de principios, como en los versos discepolianos, la Biblia se junta con el calefón en la vidriera de los cambalaches.
La vida puede revolucionarse y enaltecerse si la prédica se ejerce en concordancia con lo que se hace. Si la política no pasa por ese tamiz es una farsa.

Seregni y los hombres de 1971 -que tampoco eran dioses- le dieron a la política ese significado trascendente. Otros antes lo habían hecho. Única forma de servir a la sociedad para proyectarla a destinos mejores.
Ahí está la bifurcación radical entre un pasado digno y un presente ensombrecido por una praxis vituperable.